A lo largo de la historia del cine, los tejados han sido mucho más que simples elementos arquitectónicos de fondo o parte de un decorado. Se han convertido en escenarios cargados de simbolismo, donde los personajes se enfrentan a sí mismos, toman decisiones cruciales o protagonizan secuencias de acción inolvidables, son espacios de peligro, de juego, de amor o de revelación, según la mirada del director que los filma. El tejado es un lugar intermedio entre lo terrenal y lo elevado, un espacio que sugiere tanto aislamiento como libertad, y esa ambivalencia ha sido explotada por directores de todas las épocas y géneros, recordándonos que, a veces, lo más importante no ocurre en las calles iluminadas, sino en esos lugares elevados y escondidos. Hablar de los tejados más famosos del cine es hablar también de cómo este elemento ha servido como catalizador de emociones, suspense y belleza visual.
En el cine clásico de Hollywood, los tejados comenzaron a ganar protagonismo en las películas de gánsteres y de cine negro, donde se usaban como escenarios de persecuciones y tiroteos. Estas estructuras elevadas representaban el último refugio de un criminal acorralado, el lugar desde el cual se enfrentaba a la policía o desde donde contemplaba, por última vez, la ciudad que lo había visto ascender y caer. Es imposible no pensar en esos planos cargados de tensión, donde los edificios y sus techumbres se convertían en un laberinto urbano lleno de sombras y vértigo.
Uno de los ejemplos más emblemáticos es el cine de Alfred Hitchcock, que supo aprovechar la atmósfera única que ofrecen los tejados. En “Vértigo”, San Francisco se despliega desde lo alto en una de las escenas iniciales, marcando no solo el vértigo literal del protagonista, sino también el vértigo emocional que atravesará toda la trama. El tejado se convierte allí en metáfora de los miedos más profundos, y la cámara de Hitchcock lo transforma en un espacio cargado de amenaza y misterio.
Con el paso del tiempo, los tejados también se consolidaron como escenarios de acción. La saga de “Spiderman” es quizá el ejemplo más claro de cómo estos espacios se asocian a la libertad y el heroísmo. El superhéroe salta de un edificio a otro, se desliza por azoteas y convierte los tejados de Nueva York en su territorio natural. Cada escena sobre las alturas es también una declaración estética sobre el vértigo, la velocidad y la sensación de estar por encima de la vida cotidiana. Algo similar ocurre en sagas como “Misión Imposible” o “James Bond”, donde los tejados son escenarios de persecuciones espectaculares, combinando destreza física y riesgo constante.
No obstante, los tejados no han sido solo territorio de acción o de cine negro. En el cine musical, por ejemplo, adquirieron un carácter completamente distinto. “Mary Poppins” ofreció una de las imágenes más entrañables y memorables al situar a los deshollinadores bailando sobre las chimeneas de algunas ciudades inglesas. Aquellas coreografías convertían un espacio sucio y cotidiano en un escenario mágico donde lo imposible sucedía. Algo semejante se repitió décadas más tarde en “Moulin Rouge!”, donde, según los instaladores de Cubiertas Estévez, aparecía un tipo de tejado muy icónico, el tejado parisino, el cual, iluminado por la luna, se transformaba en un lugar de encuentro romántico, bohemio y casi irreal.
El cine más intimista también ha utilizado los tejados como espacios de reflexión y encuentro. En muchas películas juveniles o de corte independiente, el tejado es ese lugar al que los personajes suben para escapar del ruido del mundo, para conversar bajo las estrellas o para compartir un momento de complicidad. Allí, la distancia respecto a la calle simboliza también un alejamiento de las presiones sociales, y la altura se convierte en un refugio donde las emociones pueden fluir sin restricciones.
Incluso en el cine futurista y distópico, los tejados han tenido un papel esencial. “Blade Runner” culmina con una de las escenas más poéticas y recordadas del séptimo arte en lo alto de un edificio, donde el replicante Roy Batty pronuncia sus palabras finales bajo la lluvia. Ese tejado no es solo un escenario, sino un punto de convergencia de la humanidad y la máquina, de la vida y la muerte, en un momento que ha quedado grabado en la memoria colectiva del cine.
¿Cuáles son los materiales más utilizados para cubrir los tejados?
Los materiales más utilizados para cubrir tejados varían según el clima, la tradición constructiva y el presupuesto, pero algunos destacan por su durabilidad y popularidad. Entre ellos, las tejas cerámicas son las más comunes en España y gran parte de Europa. Se caracterizan por su resistencia, su capacidad de aislamiento térmico y su estética clásica, adaptándose bien a climas soleados y con lluvias moderadas. También son habituales las tejas de hormigón, que ofrecen una opción más económica y resistente, aunque resultan más pesadas.
Otro material muy empleado es la pizarra natural, apreciada por su elegancia y durabilidad, especialmente en zonas lluviosas y frías del norte peninsular. Aunque su coste es más elevado, puede durar décadas prácticamente sin mantenimiento. A estas opciones tradicionales se suman materiales más modernos como las chapas metálicas, paneles sándwich y cubiertas de fibrocemento sin amianto, que se utilizan sobre todo en construcciones industriales, rurales o en viviendas que buscan soluciones ligeras y de fácil instalación.
En los últimos años, también ha crecido la popularidad de las cubiertas verdes y los tejados solares, que combinan la función de protección con la sostenibilidad y la eficiencia energética. Así, la elección del material para un tejado depende tanto de factores técnicos (aislamiento, resistencia y peso) como estéticos y medioambientales.




